NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

 La anterior imagen, de autor desconocido del siglo XVII,(probablemente de la escuela de Luisa Roldán "La Roldana" que procesionaba bajo la advocación de Soledad y después Dolorosa, también fue quemada a comienzos del año 1936.

En cuanto la datación de la actual Virgen de los Dolores que gubiera  D. Antonio Castillo Lastrucci, nos encontramos con dos posibles fuentes a las que acudir que fechas la imagen en 1937 o en 1943. en primer lugar, Antonio de la Rosa Mateos (que catalogó toda la obra de Castillo) aporta la fecha de abril de 1937, cuando se firma el contrato de ejecución de la Dolorosa. Sin embargo, los datos que se ofrecen desde la Hermandad nos llevan a datarla en 1943, aunque careciendo de documentación que certifique dicha hipótesis. En nuestro humilde criterio, pensamos que la segunda fecha (1943), es la correcta, basándonos principalmente en que la Hermandad de Padre Jesús no se reorganizó formalmente hasta el año 1942 (cuando llega la talla del Nazareno), por lo que resulta extraño que la Virgen se ejecutara anteriormente. Probablemente el contrato se firmara, pero la Imagen no se realizó hasta unos años después. Otro dato que afianza nuestra tesis se basa en el cambio de advocación mariana, que oficiosamente desde 1943, experimentará la titular de la Hermandad, pasando de Nuestra Señora de la Soledad a Nuestra Señora de los Dolores, la cual quedará definitivamente vinculada a esta advocación, como ya hemos mencionado, en el año 1954.

Esta Dolorosa rondeña responde a los cánones aplicados por Castillo a sus creaciones marianas, esto es, nos encontramos con un bello rostro ovalado de mujer joven, casi aniñada, de tonos algo tostados en su origen. En su cara aparece una pequeña boca entreabierta, nariz fina, ceño funcido y cejas muy enarcadas, que le aportan  dramatismo y a la vez, contención del dolor a esta lograda representación de la Virgen María, que desvía levemente la testa hacia el costado derecho, buscando consuelo en San Juan, el discípulo amado que le acompaña en su paso procesional.

Sus manos nos trasladan al mismo sentimiento de hondura en el dolor, de acogimiento, de compartir la pena en su humildad, de interiorizar al llanto, que nos muestra así mismo en su cara, sirviendo así de nexo de unión en el lenguaje visual simbólico propio de las creaciones de Castillo.  Nos llama poderósamente la atención  que, aún siendo una visión prototípica de las castizas Dolorosas gubiadas por el imaginero hispalense, no encontremos lágrimas en sus divinas mejillas, aunque ello no menocabe el sentimiento trágico de su expresión, ciértamente emparentado (salvando ciertos matices) con otras obras del autor talladas a finales de la década de los años 30, cuales son la Virgen la Hiniesta y la Virgen de la O, ambas incardinadas en la ciudad de Sevilla.

"La Virgen que más llora en todas las Iglesias del mundo. su mirada baja en señal de sufrimiento y dolor, donde el conjunto de lágrimas verticales parecen recorrer su faz para encontrarse en el hoyuelo de su barbilla que tiembla levemente. La actitud interna de tremendo dolor tiene su reflejo en su cabeza, que inclina levemente como si las lágrimas le pesasen, pues el dolor de María, Virgen de los Dolores, le quema y le va torturando cambiando su semblanza por las calle por donde pasa. Nuestra Señora de los Dolores, llora y sufre tras su Hijo, Padre Jesús Nazareno con su Cruz a cuestas, que parece va a caer en la dura tierra, al compás de las bambalinas que van redoblando el paso". (Descripción realiza en la Revista Mensaje, 2007, por D. Manuel del Río Román, Cronista Oficial de la Agrupación HH. y CC. de Ronda.

   En el año 1999 se llevó a cabo una restauración de la Santísima Virgen en Sevilla a cargo de D. Francisco Berlanga de Ávila.

   Posee un maravilloso manto bordado en hilo de oro.