TIEMPO CUARESMAL

 

Historia y finalidad   
En las primeras comunidades cristianas la preparación prebautismal (catecumenal), era intensiva y se dirigía también a los otros sacramentos de iniciación -Confirmación y Eucaristía-, que se acostumbraba recibir durante la Vigilia Pascual. Esa preparación pretendía todo un proceso de transformación integral y profunda de la persona a la luz de la palabra de Dios. Era durante el tiempo anterior a la celebración de la Pascua que se inscribían y seleccionaban los candidatos a recibir el Bautismo, que habían estado estudiando ya fuertemente la doctrina cristiana y que se sometían a escrutinios para purificarse y protegerse contra las tentaciones y para rectificar la intención y mover la voluntad. Con estos fines el sacerdote oraba sobre los catecúmenos*.

(*) Se les llama catecúmenos a las personas que están recibiendo preparación para recibir el bautismo y la confirmación.

La disciplina penitencial, se ejercía, naturalmente para los bautizados. Se trataba, en la mayoría de los casos de una disciplina muy rigurosa que se imponía a los que habían caído en pecado, con el fin de recuperarlos, mediante actos de purificación, que los preparaban a la reconciliación con Dios y con la Iglesia.
El Miércoles de Ceniza, señalaba el inicio de la penitencia pública correspondiente a cada tipo de pecado, la penitencia continuaba por cuarenta días y consistía en ayunos, abstinencias, limosnas, hábito penitencial.
Se pedía mayor oración, sacrificios y ejercicio de la caridad. Igual que hoy, el tiempo de la Cuaresma era un tiempo fuerte de oración, penitencia y ayuno.
Hoy, la Cuaresma es básicamente lo mismo, sólo se ha profundizado más en su sentido. La Cuaresma se ve como un camino que conduce a la Pascua, a través de:

         

         

Miércoles de Ceniza  
Marca el inicio de la semana santa. Los católicos tenemos una tradición que recuerda las antiguas costumbres del pueblo hebreo. Cuando se sabían en pecado o cuando se querían preparar para una fiesta importante en la que debían de estar purificados, se llenaban el cuerpo de ceniza y se vestían con un saco de tela áspera. Esto era, por un lado, para recordar la pequeñez del hombre que procede del polvo y al polvo volverá; y también para hacer sacrificio (mortificando al cuerpo) en señal de que se reconocían pecadores y que deseaban, por medio de esa penitencia externa, manifestar su deseo de arrepentimiento y perdón de parte de Dios.
Ahora, acudimos al templo para que se nos imponga un poco de ceniza en la frente al iniciar la cuaresma
-tiempo de preparación para la más grande fiesta que es la Pascua- . Los significados son básicamente los mismos: reconocernos pequeños, pecadores y con necesidad del perdón de Dios. Esto es solamente un signo que debe expresar lo más importante, que es la actitud interior de arrepentimiento y deseo de convertirnos a Dios, viviendo según su voluntad. Vivimos otros signos de penitencia a lo largo de toda la cuaresma, como son el ayuno y la abstinencia, con el mismo deseo de que Dios nos dé su gracia para lograr la conversión y vivir plenamente la gran fiesta de los cristianos, que es la Pascua.

El Miércoles de Ceniza es un llamado a la conversión; Juan Bautista predicaba al Pueblo, hablando del bautismo y de la conversión para alcanzar el Perdón de los pecados (Marcos 1, 1-4). Jesús predica: El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios se ha acercado. Tomen otro camino y crean en la Buena Nueva (Marcos 1,15).
Conviértete y cree en el Evangelio: llamado a convertirnos cada uno, a nivel familiar, a nivel de grupo de amigos, a nivel de comunidad.
La Celebración de la Ceniza, no es algo meramente individual, sino que es una celebración comunitaria y eclesial. Es un llamado a convertirnos como Comunidad cristiana y como Iglesia.
Convertirse es volverse a Dios, reconocer nuestros pecados y querer cumplir la Voluntad de Dios y comprometernos.
El Miércoles de Ceniza es una celebración de Fe. Pero la Fe no solamente consiste en creer con la cabeza sino en entregarse con el corazón y con la vida.

Lo más importante al hacer este tipo de prácticas es darle su sentido verdadero: por una parte someter la voluntad para fortalecerla con virtudes como la templanza, la sobriedad y la humildad y por otra, favorecer el ejercicio de la caridad, pues todos los sacrificios que se hacen deben apuntar a hacer un bien o un servicio al prójimo y a toda la Iglesia. Hacer sacrificios y penitencia por costumbre o porque todos lo hacen, no tiene sentido y no favorecen el crecimiento del hombre, que en conclusión es lo que se pretende.

Semana Santa: Domingo de Ramos
Con el Domingo de Ramos se inicia la Semana Mayor. En este día la Iglesia hace memoria de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, para llevar a cabo su misterio Pascual. En la liturgia se nos presentan los dos aspectos fundamentales de la Pascua:          

Las lecturas bíblicas nos invitan a vivir en ese día los acontecimientos de entonces: aceptar a Cristo como el Señor y entrar vivencialmente al drama de la pasión.

 

Lunes a Miércoles Santo  
Son días propicios para la reflexión profunda, la Iglesia nos invita como en una "última llamada" a acercarnos al Sacramento de la Confesión con el fin de estar preparados para vivir la vigilia pascual y el gran acontecimiento de la Pascua. El cristiano debidamente preparado estará en gracia de Dios para participar con toda la Iglesia del gran banquete de la Eucaristía en la Misa más importante del año.

 Jueves Santo
Hay dos celebraciones importantes:

  

La Misa Crismal: se celebra durante la mañana en la Catedral. Todos los presbíteros (sacerdotes) de la diócesis se unen al Obispo que preside la celebración eucarística y bendice los Santos Oleos (aceites o crismas) que se usan en los sacramentos durante todo el año. Esta celebración es como una fiesta de todos los sacerdotes, que se alegran por su propia consagración y que ven en Cristo, cuyo nombre significa consagrado por medio de la unción, su modelo y su guía. Durante esta Misa se hace la renovación de las promesas sacerdotales, para renovar su compromiso de fidelidad para el servicio del Pueblo de Dios. Los Oleos que se bendicen son: el Oleo de los Catecúmenos con el que los cristianos reciben su primera unción en el Bautismo; el Oleo de los Enfermos, para el sacramento de la Unción; y el Santo Crisma, utilizado también en el Bautismo, en la Confirmación y en la unción en el Orden Sacerdotal.

              La Misa Vespertina: con la que se inicia el Triduo Pascual (se le llama víspera). En esta misa se celebra la Institución de la Eucaristía,

 del Sacerdocio y el Mandato del Señor sobre la caridad fraterna.

       

    

      

 Viernes Santo
Es el primer día del Triduo Pascual. La Iglesia no celebra un funeral, sino la muerte victoriosa del Señor. Es un día de amorosa contemplación del Sacrificio de Cristo.
Es el único día del año en el que no se celebra la Eucaristía, es decir, no hay Misa, ni Consagración del pan y el vino, recordando que en estos días (viernes y sábado) los Apóstoles estuvieron escondidos y sumergidos en la tristeza por miedo a los judíos y por la pena de ver preso y condenado a su Maestro. Hay, sin embargo, celebraciones solemnes que convocan a todos los fieles para: 
              

 

La Liturgia de la Palabra. Son lecturas Bíblicas del profeta Isaías (Antiguo Testamento), que anuncia detallando de manera sorprendente la pasión del Mesías, y del Nuevo Testamento, el relato de la Pasión de Cristo narrada por San Juan y de la exaltación de Jesús Crucificado como "sumo sacerdote que penetró en los cielos" (Hb 4, 14). En estas lecturas se subraya el aspecto glorioso de la Pasión, para manifestar a Cristo como Rey y como Dios. Se concluye con una solemne oración de los fieles por las grandes intenciones de la Iglesia y del mundo, poniéndolas al pie de la Cruz, sobre la cual muere Cristo por todos los hombres.

La Adoración de la Cruz. Es más bien la Adoración de la persona de Cristo Crucificado y el misterio significado por esta muerte por todos los hombres. No es el material de la cruz, sino lo que la cruz significa para nosotros lo que los cristianos adoramos. La Iglesia levanta el signo de la victoria del Señor para manifestar el cumplimiento de lo que Jesús había dicho: "Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12,32). Al contemplar a Cristo Crucificado, vienen a la mente sus palabras. "Nadie tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15,13).

La Comunión. Aunque durante el viernes y sábado santos no se celebra ningún sacramento, se reparte entre los fieles la comunión, consagrada desde el día anterior, para permitir una mayor unión con el Cristo que nos salva con su muerte.

 

Sábado Santo
Durante este día la Iglesia está en actitud de silencio, propicio para la reflexión y oración, esperando la hora de la víspera para dar inicio a la Vigilia Pascual esa noche.

 

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