Autor: Antonio Izquierdo García, L. C. | Fuente: Ecclesia, revista de cultura católica ¡El Año de la
Fe!
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Que la fe sea compañera de vida, compromiso a convertirnos en un signo vivo de la presencia de
Cristo resucitado en el mundo.
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Quiero anunciar en esta Celebración Eucarística que he decidido convocar un «Año de la
Fe» que ilustraré con una carta apostólica especial. Este Año de la Fe comenzará el 11 de octubre de 2012, en el 50º aniversario de la apertura
del Concilio Vaticano II, y terminará el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey del Universo. Será un momento de gracia y de compromiso por una
conversión a Dios cada vez más plena, para reforzar nuestra fe en Él y para anunciarlo con alegría al hombre de nuestro tiempo (Homilía de Benedicto XVI en la santa Misa para la nueva evangelización, 16 octubre 2011).
Con estas palabras, el Santo Padre ha convocado a toda la Iglesia a movilizarse a favor de la gran empresa de la fe en nuestro tiempo. Estos últimos decenios nos
han acostumbrado a celebrar "El Año Internacional de...", pongamos, por ejemplo, la cultura, la paz, la biodiversidad, el planeta tierra, la fe religiosa. ¿No es
paradójico que algo tan perenne y universal como son los valores humanos, tenga que celebrarse con un Año Internacional a su favor? ¿Tantos enteros han bajado
estos valores en nuestra sociedad que se necesita del fuerte empujón de un Año Internacional para elevarlos? ¿Qué sentido tiene y qué se pretende con la
celebración de un Año Internacional, tan frecuente en nuestro tiempo? ¿Qué frutos se esperan de él?
Pueden ser varios los motivos para convocar un Año Internacional. Comencemos con una reflexión sencilla. Sea cual sea el motivo, tal hecho busca llamar la atención
de la humanidad, "hacer ruido" sobre un valor, a veces también, por desgracia, sobre un contravalor.
La humanidad entera enfoca el lente zoom de su mirada sobre el objeto de la celebración, al menos durante ese año. Los medios, con su poder, se hacen eco, mayor o
menor, de dicho evento. se siguen efectos, más o menos duraderos, de cara al futuro.
¡Un año internacional vale la pena! La Iglesia se adapta a los tiempos y lugares. La fe no requiere de ruido, de propaganda. Pero el "ruido" y la propaganda de los
medios puede ayudar a la fe y a su propagación.
Hagamos otra anotación. Los valores son perennes, pero la conciencia que los hombres tienen de ellos es muy tornadiza. Está sometida a flujos y reflujos. A veces
incluso se oscurece, se debilita e incluso se pierde. La humanidad necesita, entonces, un revulsivo que despierte la conciencia para que vuelva a admirar la
belleza y la actualidad de ese valor "olvidado". He aquí la razón por la que en estos casi cincuenta años después de la inauguración del Vaticano II se han
celebrado en la Iglesia Católica dos años de la fe.
Objetivos del Año de la fe
¿Qué sentido da el Papa a este Año de la fe? ¿Qué objetivos pretende con él? Pienso que la respuesta la hallaremos en los dos documentos con los que fueron
convocados los dos años de la fe después del Concilio Vaticano II: el de Pablo VI (1967) y ahora el de Benedicto XVI:
1) "Para confirmar nuestra fe rectamente expresada" (Pablo VI), "redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y
rezada" (Benedicto XVI).
2) "Para promover el estudio de las enseñanzas del Concilio Vaticano II" (Pablo VI), "con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula
segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza" (Benedicto XVI).
3) "Para sostener los esfuerzos de los católicos que buscan profundizar las verdades de la fe" (Pablo VI); "intensificar la reflexión
sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio
como el que la humanidad está viviendo" (Benedicto XVI).
A estos fines comunes a los dos Papas, Benedicto XVI añade, fijándose en las circunstancias actuales, algunos más:
1) "Invitar a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador
del mundo".
2) "Comprometerse a favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la
fe".
3) "Suscitar en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza".
4) "Comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de
entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios".
Este último objetivo es el que más recalca el Papa Ratzinger. Le interesa subrayar la inseparabilidad del acto con el que se cree y de los contenidos a
los que prestamos nuestro asentimiento:
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· la fe que profesamos
(credo)
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· la fe que celebramos
(liturgia)
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· la fe que vivimos
(moral)
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En nuestro tiempo, en el que los contenidos objetivos de la fe cristiana son muchas veces devaluados,
sometidos a crítica destructiva, preteridos, ha llegado el momento de apuntar el zoom sobre la fe en toda su riqueza de doctrina, fruto de veinte siglos de reflexión y de vida.
¡Un año entero para ello hará mucho bien a toda la comunidad de la iglesia!
Benedicto XVI propone el Catecismo, en este Año de la Fe, "como un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan
importante en nuestro contexto cultural" (Porta fidei, no. 12).
En las parroquias, en las escuelas privadas o públicas, el Catecismo brinda un apoyo insustituible para la enseñanza de la fe a los niños y jóvenes. Un cierto vaciamiento de la fe objetiva, que
hoy se presiente en muchas iglesias particulares, tal vez sea debido a que se ha dejado de lado una referencia explícita al Catecismo de la Iglesia Católica. Quizás en estos últimos decenios se
ha incubado y luego desarrollado el peligro de dar preferencia a los métodos, a la pedagogía, a los sentimientos, sobre los contenidos.
El Año de la Fe puede ayudar a la catequesis, también a la de adultos, a conseguir un equilibrio, una armonía entre pedagogía y teología, entre el contenido de la fe y las formas de comunicarlo a
los demás. El papa Ratzinger ha invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir
este año de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar (Porta fidei, no. 12).
En la sociedad en que vivimos se entrecruzan los cristianos con hermanos en la fe, que ahora son indiferentes y viven al margen de ella; con hombres y mujeres de otras religiones, o que no son
creyentes, aunque busquen sinceramente y de corazón la verdad. En este año de la fe, es importante para todos tomar en las manos el Catecismo de la Iglesia Católica, leerlo, reflexionarlo, dejar
que la verdad y belleza de la fe que en él se expresa echen raíces en el corazón y florezcan en frutos de luz, de conversión y renovación, de gozo y de paz. A los no creyentes la lectura del
Catecismo puede constituir una llamada amorosa de Dios.
El poder de la fe
El papa Benedicto XVI, hace el elogio de la fe en una hermosa y significativa página del Motu proprio Porta fidei, un elogio que pone de manifiesto el poder de la fe primero la Virgen María, los
apóstoles, discípulos, mártires, hombres y mujeres a lo largo de la historia han dado su vida para acercar a todos a Cristo.
Los últimos somos los cristianos de hoy: "nosotros". las palabras del Papa son a la vez constatación, exhortación, estímulo, proyección del futuro; "también nosotros vivimos por la fe: para el
reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia", que la fe sea "compañera de vida", "compromiso a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo
resucitado en el mundo".
Conclusión
Tenemos por delante unos diez meses para prepararnos a comenzar el año de la fe con corazón magnánimo. Leer, reflexionar, meditar y asimilar con la mente y con la vida, en estos meses, el
Catecismo. Es una forma maravillosa, personal y comunitaria, de abrir el alma a la gracia del Año de la Fe.
Tengamos presente a lo largo de este tiempo: "que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada"
Que este Año de la Fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, pues sólo en Él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero.