No todo el mundo entiende esas imágenes  que reflejan el dolor que provoca la decisión de una hermandad de no salir  a la calle. El que no lo entiende, es que tampoco comprende el verdadero motor de la Semana Santa que no es más que el latir del corazón cofrade. ¿Cómo no va a llorar Ronda cuando no podemos acompañar el lento y sublime caminar de Nuestro Padre Jesús?, ¿Cómo no va a sufrir el cofrade que no podrá guardar el recuerdo de la serena belleza de la Virgen de los Dolores?. Sí. Cuando una hermandad no procesiona por la lluvia sufre. Sufre la Junta de Gobierno que debe tomar la más difícil de las deciones. Sufre el dovoto que ve en minutos como se desvanece un año de espera y sufre la ciudad que pierde una "madrugá" que, como todo, en Ronda se vuelve única y distinta a cualquier otra. Ser Hermano mayor de la Hermandad de Padre Jesús es un privilegio que unos pocos pueden atesorar. Imposible imaginar que siente cuando ve las colas infinitas de devotos en el primer viernes de marzo. Indescriptible la sensación  de ver a miles de personas esperando en la noche del Jueves la salida de la hermandad. Única la sensación de sertirse respaldado, no sólo por  todo un barrio que se vuelca con sus titulares, sino por toda una ciudad que los venera con una devoción incomparable. José María lo ha vivido en los últimos años. Ahora que dejará que otros tomen el relevo, seguro que este año unirá a esas sensaciones una última. La de una despedida que nunca será un adiós.

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