A la noche, recompuesta la apariencia externa de los chavales y saciados sus ávidos estómagos tras el duro trabajo costalero, recogieron a Mister Henderson en la puerta del Casino, allí donde viera la luz por primera vez la Blanca y Verde que sigue ondeando por Andalucía Libre, España y la Humanidad. Desde allí anduvieron hasta la plaza de Carmen Abela, bajo la presidencia de la luz del trío de candiles de su elegante farola decimonónica, memoria de las tres personas del la Santísima Trinidad, que el Jueves Santo brilla más que nunca en honor del Hijo, Padre Jesús Nazareno, luz de Ronda y alma de sus pueblo.
Bajaron el primer tramo de la calle Santa Cecilia y desde allí, a través de las escalerillas, alcanzaron la Plaza de la Oscuridad, desde donde dejándose llevar por los recordados sonidos del futbolín del “Chamusquina”, continuaron por la calle Ríos, auténtico corazón del barrio en que vive el Hijo de Dios en Ronda. Desde ahí a la que otrora fuera vía principal de la Ciudad, la calle Real, donde hoy comienza la vía dolorosa rondeña y donde encontraron a “un hombre de Cirene, de nombre Simón, que venía del campo, al que requieren para ayudar a cargar la cruz”. El Cirineo tomó la cruz inicialmente a regañadientes, pero su ira se esfumó ante los ojos mansos y serenos de Cristo, hasta llegar a amarlo, cumpliendo aquello de “si alguno quiere ser mi discípulo, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame”.
Pero Ronda no está en las manos y la fuerza del Cirineo; sino que Ronda está en el hombro y en los descalzos pies de Padre Jesús Bendito. Alfa y Omega, Luz de Dios, entre lo divino y lo humano, breve salmo de amor constante. Con una mirada que es un universo en sí misma, profecía del infinito eterno.
Para que nunca falte la Justicia, la Paz y el Amor, hermano
que suba cada año a Ronda, Nuestro Padre Jesús soberano.
Simón de Cirene ayuda con la carga
porque la cuesta de Santa Cecilia con nuestra cruz se hace larga.
Con el izquierdo por delante,
lleva Padre Jesús penosa carga, con andar sereno
y así Ronda, exultante,
quiere ver pasar a su Nazareno.
Mientras, en el Barrio de Padre Jesús guarda silencio mortal
hasta que del Sorroco vuelva Dios de “madrugá”.