DOÑA MARÍA JESÚS BECERRA.2006

  

  VÍA CRUCIS

El recogimiento y el silencio de la multitud de cofrades que como un rosario de luminarias acompañan las andas que portan al Señor Crucificado en el Vía-Crucis del Martes Santo recorriendo calles empedradas y rincones recoletos desde el Barrio de Padre Jesús hasta la Colegiata de Santa María de la Encarnación La Mayor, serán la nota predominante de esa noche junto a los rezos y cantos en los que pedimos perdón a Nuestro Señor.

Perdona a tu pueblo, Señor

perdona a tu pueblo

perdónale, Señor.

 

Y como cambia el Barrio de Padre Jesús de Martes a Jueves.

Martes: recogimiento, silencio, rezos comunes en voz alta, cantes en grupo...

Jueves: espera, impaciencia, bullicio contenido, rezos interiores, íntimos; cante hecho oración: saeta, escalofríos...

JUEVES SANTO

Y es que el Jueves Santo visita Ronda Padre Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores:

¡Ahí es "na"!.

¿Qué sensibilidad no tendrá un pueblo que es capaz de emocionarse con la belleza, de estremecerse con el dolor, de sobrecogerse ante la injusticia de la Pasión? ¿Qué profundas cualidades no tendrán quienes muestran el sentimiento a flor de piel, la compasión a punto, de saeta, contenida la respiración y congeladas las lágrimas?.

Porque eso es lo que se ve y se palpa, lo que advierto cada noche en la noche del Jueves Santo, en el barrio más cofrade de Ronda, el que lleva su nombre el Barrio de Padre Jesús.

Hay quienes llaman a eso "locura", pero es que el amor sin locura no es amor.

La locura cofrade es conjugar los verbos sentir ycreer, es aunar los nombres compasión y belleza.

Es urgente proclamar a los cuatro vientos la sencillez y profundidad de la fe de este pueblo nuestro. También Dios está en el viento, en la flor, en el alma del pueblo. No se nos puede juzgar sólo con la cabeza, sino también y ante todo, con el corazón, como sólo Padre Jesús sabe hacerlo.

No quiero hablar de Padre Jesús, no lo veo necesario. Prefiero verlo y escucharlo, admirar la majestad de Cristo al caminar con su cruz, y sufrir con los Dolores de María. Sentir antes que comprender. Ver pasar a Padre Jesús... y acompañarlo.

Ver a Padre Jesús y seguirle.

Ver a Padre Jesús y llorarle.

Ver a Padre Jesús y estar más cerca de mi hija

y de tantas personas que como ella te quieren te dan las gracias

y te piden por los demás.

COSTALERO.

Y el Barrio, enmudecido,

ve que la Virgen se marcha

trás los pasos de su Hijo

que camina despacito

con la cruz a sus espaldas.

Una emoción contenida

pone un nudo en la garganta,

cuando la Virgen se aleja,

en silencio, sin palabras.

Y la música nítida, clara,

junto a un suave revuelo

de botines y alpargatas,

que se arrastran por el suelo

y es el ritmo que le marca

esos buenos costaleros.

 

La cuesta de Santa Cecilia hierve de emoción. Al llegar la Virgen a la revirá del Templete, se presigna como todos los días cuando sale de su barrio. Y allí espera a su Madre, a su Virgen de los Dolores y tiembla de emoción, como tiemblan las llamas de su candelería, por la suave brisa de la noche y le embarga el llanto cuando por fin, la tiene a su alcance y le mira la cara y le mira ese blanco pañuelo de seda que apenas le cabe en la mano y ese puñal por el que le  penetra  el frío en el pecho y en sus carnes asombradas y allí se para, en ese sitio. Tiembla de escalofríos y le grita: ¡guapa. guapa, guapa!. Y la Virgen se mueve, como se mueven sus largas bambalinas de oro cuando al golpear en sus varales, producen la más bella música de la Semana Santa rondeña, ya no siento el frío de la noche, y me seco las lágrimas y le doy las gracias por vivir, para verla.

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