JOSÉ MARÍA LEÓN CORDÓN. 1995
Apenas llego a la fuente
que hay en la calle Real,
van saliendo penitentes
de la casa de hermandad.
Y llega el momento clave,
con un ¡Dios mío! en la boca
ven que las puertas se abren
y en la pared se recorta
esa Cruz impresionante.
El barrio se hace un clamor
entre aplausos y oles
al salir nuestro Señor,
siguiéndolo con amor
la Virgen de los Dolores.
Ya van llegando a la fuente.
Apenas si se respira
mirando a Jesús doliente
que enfila la cuesta arriba.
Y cuando ya están subiendo,
un clamor se oye a los lejos,
y hasta las mismas murallas
gritan desd el Puente Viejo:
¡¡Padre Jesús, no te vayas!!
Quien no crea que ésta Cruz
llena mi barrio de llanto,
que baje a Padre Jesús
la noche del Jueves Santo.
No quiero dramatizar
este momento sublime,
pero acelerado ya,
trataré de controlar
los latidos que me oprimen.
Lo llevan sus costaleros
recorriendo la Ciudad,
y al pasar el Nazareno,
los rondeños están llenos
de hondo fervor popular.
La Virgen llorando está
mientras la mecen despacio,
cuando marcando el compás,
a la vboz del Capataz
cambian de repente el paso.
Y no es que a la Virgen bailen
la Semana de Pasión.
Quieren, consuelo llevarle
meciéndola con amor.
Es, como el niño que está
de su madre en el regazo
sin poderlo consolar,
y lo mece más ligero
pensando que así podrá
darle un poco de consuelo.
Y aunque estas escena son
muy dignas de ecordar,
hay algo más en el fondo
que no se puede olvidar,
porque cuando el capataz
da al costalero la voz
y éste se prepara ya
empapaito de sudor,
deja en cada "levantá"
un trocito de corazón.
Lo ofrecen, por los enfermos.
Por la Paz del mundo entero.
Por los hermanos que han muerto,
y la última, ya dentro,
¡¡Esa es, pa´r Costalero!!.