D.JOSE LUIS ANAYA MORENO. 2003
Le brotan lágrimas a marzo que pasean como arroyos por su piel. Agua fresca en los lábios de la Primavera. Las heridas de la tierra dan sus frutos al hombre que las ara. Se visten de blanco las calles porque la Luna va pregonando la Semana Santam y sola está la Iglesia, pero penitentes con la voz muda se direigen a rezarle a Ntro. Padre Jesús por lo que ya no están:
-¡Triste vienes hoy, penas me traes otra vez...!, parece decir el Nazareno a aquella mujer que a duras penas, ha podido cumplir, una vez más, con el rito del Primer Viernes de Marzo. Ella recordará, en la sequedad de su memoria, aquella túnica que una vez planchada, pendía del clavo de una viga en su casa. Ella recordará a aquel, que año tras año, acompañaba al Señor, y que identificaba perfectamente desde el ventanuco de su casa:
-¿Por qué me dejaste tan solsa, Manuel, cuando más te necesitaba.
En ese día en que todos bajamos a rezarte y a perdirte, y también a darte las gracias, yo te decía:
-¡Señor, Señor, el año pasado te estuve esperando en mi casa y no llegaste, ansiaba tu visita con la ilusión de la primera vez... Si ya se, Tú querías venir, pero ... fue la lluvia bendita del cielo encapotado de Ronda la que te hizo volver demasiado pronto. Allí con la rabia de una cruz de guía que no llega, de unos capirotes morados frustrados, de unos ojos que lloran en la intimidad de su templo, y tras los que se adivina, una respiración acelerada; he imaginado el momento en el que te colocan esa pesada cruz sobre tus hombres, esa cruz de los excesos, de las traiciones, la cruz de la enfermedad y el dolor!.
¡Tú que has dejado de ser hermano para convertirte en Padre, "Abba", que tiernamente significa papaito!. Alguien a quien un día llamamos Padre Jesús, el Nazareno, el que discurrirá su pesar por esa vía dolorosa que te hemos marcado, ante la sombra de la fuente de los Ocho Caños, la que sacia de día y te vela en la noche.
Tú que eres el Señor de ronda espléndida.
Ten piedad ¡Oh Padre Jesús! de aquella mujer que asoma por el ventanuco de sus casa y en la que se adivina tanto sufrimiento.
Volverás la esquina del Templete de los Dolores, ante la mirada atónita de unos ojos sin vida, de unos ajusticiados en piedra, que parecen removerse ante las luces de aquellos cirios de madrugada.
Y ella, la mujer del ventanuco, la misma del Primer Viernes de Marzo, se aúpa para despedirte:
-¿Volveré a verte el año que viene Padre Jesús bendito?.
Ya le faltan las fuerzas, y aquella ventana entreabierta dejará penetrar el sol de la noche en forma de candelería encendida, esa que inunda la humilde estancia de la abuela, puificando ese alma cansada y llena de fe, aquella que nunca le faltó. Deseará, una vez más, reunirse contigo y con Manuel.
Se oirá por aquí una corneta, por allá la saeta, se olerán las flores frescas de tus pasos, en ese monte sangriento de tu herida, y en el blanco inmaculado, para la pureza de María, y las ganas de gritar:
¡Dios te salve Ronda,
bendita tu entre las ciudades del mundo,
bendito el gruto de tu esfuerzo y tu trabajo,
y Dios te Salve, siempre María,
por el Señor que nos has dado!.
¡Salve Reina Dolorosa,
Salve madre de aquella ventana
y Salve soberana de la noche del Jueves Santo!.
Y envolviendo el manto de tu llanto, el incienso, que apenas deja ver la imponente levantá: ¡A este es!.
Calle Real, nazarena, gitana
donde Espinel viera la luz
como un bello sueño andaluz
que cada Primavera en Santa Ana,
planta Dios una rosa temprana
para este Jueves de Pasión,
bajo ese palio hecho ilusión
en el que va la Virge Dolorosa,
y luciendo toda primorosa,
Ronda te espera con gran emoción.