PREGÓN 1988

Ya el mismo título que le dais despierta ecos eternos en el corazón de los hombres: Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Nuestro: de todos. Sin distinción de chicos ni grandes. Sin distinción de castas, ni de personas, ni de clases. Ni de barrios. Sin distinción alguna. NUESTRO. De todos. Y lo demostráis en el encuentro de la Plaza de España donde el pueblo entero siente “suyos” a Padre Jesús y a Nuestra Señora de los Dolores. Porque antes, en la salida, ha sido el pueblo entero el que arrebujado en sí mismo, lo ha sentido completamente suyo.

La salida procesional de Nuestro Padre Jesús es una invitación viva y ardiente a revisar nuestra propia vida familiar, porque ella, la familia, es la salvaguardia más firme de la integridad cristiana de nuestro pueblo.

No se nos ocultan las diferentes tendencias que en forma más o menso solapada intentan en nuestra sociedad socavar los cimientos más sagrados de nuestras familias. ¡Alerta, Hermanos de Nuestro Padre Jesús!. Tenéis el grave compromiso de difundir entre el pueblo la recta doctrina cristiana sobre la unidad familiar y sobre la indisolubilidad en el amor.

Procesionar a Padre Jesús no es echara a la calle un paso más. Es aceptar formalmente el compromiso de defender las familias rondeñas de los embates de sus más solapados adversarios, porque todas, absolutamente todas forman la gran familia de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Padre Jesús: ¡PADRE! En este momento quisiera tener todo el vigor poético y el arrebato lírico de nuestros grandes poetas para poder gritar a todos los que de algún modo loran en el mundo su orfandad, que vengan a Ronda en la Salida de Padre Jesús, o en el Encuentro con su Madre, porque aquí tienen un Padre: Todos. Todos: los hijos de padre desconocido, que pasarán sus vidas inocentes marcados siempre con el estigma de su progenitor; todos: los hijos abandonados a las puertas de las inclusas por el egoísmo, la vergüenza o el descaro de unas madres sin entrañas; todos, los hijos de tiernas doncellas engañadas o violadas por la desenfrenada lujuria de hombres sin humanidad ni conciencia, que nunca encontrarán las pobres en torno a sí más que índices puritanos que les acusan; todos, los hijos cuyos padres de una forma u otra ya no existen para ellos porque la muerte- o la vida desgraciadamente- los retiró de sus lado; todos, en fin, los que de una forma u otra sienten y viven la orfandad en sus carnes, venid a Ronda en la noche y madrugada del Jueves y el Viernes Santo porque aquí, en el Barrio de los Ocho Caños, antes de que nazca la aurora del Viernes os ha nacido a todos el mejor de los Padres: Nuestro Padre Jesús Nazareno.